Decir que la realidad supera a la ficción en el caso que les voy a relatar, de forma un poco novelada, creo que se queda corto. Se trata de una historia que me ha parecido preciosa, emotiva, sorprendente y encima con final feliz. Estas líneas se escriben con el consentimiento de la persona afectada, si bien omitiré nombres evidentemente, pero para que sea de más fácil lectura, diré que los personajes de esta historia, un hombre y una mujer, se llaman José y María.
José, vecino de un pueblo del Pirineo Aragonés, por los años cincuenta y una vez acabada la licenciatura de Derecho, se dirigió a Madrid para estudiar y preparar las oposiciones, que antes se llamaban a Notarías. No las terminó, y no por falta de ánimo ni capacidad, sino porque recibió una llamada familiar, solicitándole que se hiciese cargo de las explotaciones de la familia. Don José volvió, debía ser un hombre solitario y quizás con la capacidad de atracción que pueden tener aquellos que no se ajustan al patrón tradicional. En estas circunstancias estaba cuando conoció a Doña María, siendo jóvenes ambos, y trabaron una amistad, que no pasó de eso, porque María desconfiaba del carácter de José, y no estaba segura de que fuese una buena elección como marido.
Las circunstancias de la vida hicieron que María se trasladase a la zona de Barcelona, por motivos de trabajo, donde se casó tuvo una hija, y vivió sin volver a saber nada de José, quién por su parte no olvidó nunca a María.
José no se casó ni tuvo hijos y su vida trascurrió entre diversas actividades empresariales, y después de algunas subidas y caídas, en los últimos años tuvo una recompensa, derivada de la burbuja inmobiliaria, pues los terrenos del negocio que regentaba, le resultaron muy golosos a un inmobiliaria, que le pago una notable cantidad de dinero, por hacerse con ellos, que hizo que José nadase en la abundancia hasta el momento de su fallecimiento.
La única familia de José eran unos sobrinos, que conocido el fallecimiento de su tío, obtuvieron el certificado de últimas voluntades, y comprobaron que su tío tenía un testamento que había otorgado hacía más de sesenta años. Fueron a la Notaría que lo custodiaba, y les informaron que de ese testamento no derivaba ningún derecho a favor de ellos, y que la única heredera era una señora llamada María, que los sobrinos no sabían quién era.
Sin obligación jurídica, el Notario decidió buscar a esta persona, para ponerle de manifiesto que era heredera de José, y lo cierto es que sin muchas dificultades la encontró, y la citó un día en su despacho para darle la noticia: ¿Conoce usted a José?
A María se le abrió por un lado un mar de recuerdos, pues se trataba de una persona que había desaparecido totalmente de sus pensamientos, pero por otro lado le atormentaba que debía de dar explicaciones a su familia de un hecho del pasado, y que nunca había comentado.
El Notario continuó para decirle que José la había designado como heredera universal en su testamento.
María preguntó al Notario, qué había en la herencia, pues si le costaba mucho dinero, no lo tenía. Se empezaron las indagaciones, y apareció, dinero, pisos, fincas rusticas, vehículos, acciones, en incluso seguros de vida, donde la beneficiaria era la heredera.
Al no haber problemas para asumir el pago de los impuestos de la herencia, la aceptó se adjudicó los bienes y empezó con su familia a tomar posesión de todos ellos, y con ello a recordar a José, como había vivido, pero la pregunta que rondaba por su cabeza era si su designación fue fruto de un olvido, o por el contrario era la auténtica voluntad de José.
A través de diversas conversaciones con gente que le conocía, supieron que José, había planteado en muchas ocasiones hacer un nuevo testamento, pero que por el motivo que fuere, no encontraba una persona a quién dejar sus bienes, y ante la duda decidió mantener, ese primer testamento que había otorgado hacía más de sesenta años. También comprobaron que José nunca hizo saber a nadie de la existencia de María.
Siendo ya dueña María encontró más sorpresas: la casa donde vivía José, estaba totalmente rodeada de libros, pero en una situación muy semejante a los que sufren el llamado síndrome de Diógenes; un coche de alta gama cubierto de una espesa capa de polvo, que no había sido prácticamente usado, y que no tuvieron problemas para devolver a la casa; unos gastos exorbitantes en los últimos años de su vida para una persona que casi vivía en la indigencia…
María con su familia ahora disfruta de ese patrimonio, y después de conocerla, puedo decir que la elección de José, a mi juicio, como decimos los Notarios, no fue un error.
Que lo disfrutes María.